martes, 27 de octubre de 2009

SE DEBERIA DE HACER ALGO

No me gusta hablar de política, tampoco es que me guste mucho la política, pero si me gusta estar mas o menos al día, si hablara mas de política tendría "discusiones" con gente a la que quiero, y la verdad, no me apetece.
No obstante no paro de darle vueltas a la cabeza, de que podríamos hacer para protestar contra los chorizos que nos gobiernan, que nos han gobernado, y que (al parecer) nos gobernaran, y no se me ocurre mas que no ir a votar, pero digo yo que habrán otras maneras de protestar, ¿no?, y ¿no creéis que deberíamos hacerlo?, ¿no os parece que deberíamos de dar un puñetazo en la mesa y cagarnos en la madre que parió a todos estos que se dicen "nos representan" y hacerles entender A TODOS (los de ahora, los de antes y los que vendrán) que ya esta bien, que hasta aquí hemos llegado, que la democracia en este país se ha forjado a base de trabajo, ganas, ilusión y "transparencia", que ha habido gente buena, y que la hay, y que la habrá, que no nos da igual, que queremos que aquellos a los que votamos y en los que confiamos, sean realmente "buena gente" que no se corrompan, que cumplan lo que prometen, o que por lo menos lo intenten ¡joder!, que comprensibles somos un rato...(no hay mas que vernos). Y no tener que oír en cualquier tertulia de bar, la consigna común de: "todos los políticos son unos chorizos", y "han estado robando toda la puta vida"....
¿No deberíamos hacer algo?....

lunes, 26 de octubre de 2009

A.P.R.

Incapaces de conciliar de modo inteligente la necesidad de un ejército con la tendencia pacifista de la sociedad occidental actual, nuestros gobernantes –eso incluye al Pesoe como al Pepé– intentan lo imposible: unas fuerzas armadas desarmadas compuestas por soldados humanitarios, cuyo objetivo no es hacer la guerra sino la paz, y a los que se respeta más cuando se dejan matar que cuando matan. Esa imbecilidad se desmorona cuando lo real se presenta en forma de mina, emboscada o combate, y las familias largan en el telediario, con toda razón, que nadie les habló de guerra, y que su chico no fue a que le volaran los huevos, sino a repartir leche condensada. Es entonces cuando la ministra o ministro de guardia en esta charlotada bélico humanitaria del Bombero Torero, atrapados en su propia incongruencia, se adornan con media verónica ahuecando la voz y poniéndose estupendos mientras hablan de la deuda que España tiene con los difuntos y difuntas. Haciendo, además, que éstos queden como pardillos, al negarles incluso la palabra guerra; que, por políticamente incorrecta que sea, es la única que explica una muerte en combate. Cuando en un ejército profesional, voluntario, las familias protestan y se dicen engañadas si sus chicos mueren, alguien no se ha explicado bien. O no tenemos soldados, o los tenemos. Y si los tenemos, es para que palmen sin rechistar cuando les toque. No para que la ministra de Defensa –y sigo sin saber lo que defiende– venga a decirnos, con voz trémula y solemne, que acaban de matar a un cervatillo en el bosque de Bambi.