jueves, 30 de julio de 2009

A.P.R. (con algún retoque)

Nunca hay respuestas para todo, no existen varitas mágicas, ni ábrete sésamos, pero de lo que estoy seguro es de que no hay mejor vacuna que el conocimiento. La cultura no soluciona casi nada, pero ayuda a comprender, a asumir, sin caer en el embrutecimiento, o en la resignación. Con ello quiero sugerirte que LEAS, que VIAJES, y que MIRES.
Fíjate en esto:
Eres el ultimo eslabón de una cadena maravillosa que tiene diez mil años de historia, de una cultura originalmente mediterránea que arranca de la Biblia, Egipto y la Grecia clásica, que luego se hace romana y fertiliza al occidente que hoy llamamos Europa. Una cultura que se mezcla con otras a medida que se extiende, que se impregna de Islam hasta florecer en la latinidad cristiana medieval y el Renacimiento, y luego viaja a América en naves españolas para retornar enriquecida por ese nuevo y vigoroso mestizaje antes de volverse ilustración o fiesta de las ideas y ochocentismo de revoluciones y esperanzas.
Para conocerte, para comprender lee, estudia la Mitología, y también a Homero, y a Virgilio, y las HISTORIAS DEL MUNDO ANTIGUO que sentó las bases políticas e intelectuales de éste.
Entiende algo del Latín, lo básico ya que es la madre del universo en que te mueves.
Newton escribió en Latín, Descartes también. Debes hablar Ingles, Francés pero que ello no te impida nunca dominar a la perfección el castellano. Lee a Cervantes, Quevedo, conoce la poesía del siglo de Oro, conoce a Moratin, Galdos, Valle-Inclan, Pio Baroja. Y sobre la historia, Polibio, Herodoto, Suetonio, Tacito, Muntaner, Moncada, Bernal Díaz del Castillo, Gibbon, Menéndez Pidal, Elliot, Fernández Alvarez, Kamen, etc… Ponlos en buena compañía con Dante, Shakespeare, Voltaire, Dickens, Stendal, Dostoievski, Tolstoi, Melvilla, Mamm, La Biblia, Platon y Aristóteles.
VIAJA, y hazlo con esos libros en la intención, en la memoria y en la mochila. Disfruta de una visita paciente a El Escorial, a una mañana en el museo del Prado, a un paseo por los barrios viejos de Sevilla, o por las callejuelas de El Cairo, o tomate una cerveza bajo el acueducto de Segovia. Tapea en el casco viejo de San Sebastián mientras observas lo que antes, mucho antes observaron otros. Veras desde las ruinas romanas de Tarragona, el mar por el que vinieron las legiones. En Granada, Córdoba, Melilla, convéncete de que el moro de la patera nunca será extranjero para ti.
Visita el Coliseo de Roma, la catedral de Estrasburgo, Lisboa, el Vaticano, el monte Sant Michel, tómate un café en Paris y en Viena, y en la plaza San Marcos de Venecia, mira museos, sube a las pirámides de Egipto, navega por el Nilo. Si haces todo esto (o al menos sueñas con hacerlo), conocerás (con criterio propio) la única patria que de verdad vale la pena.

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